Somos los oficinistas,
siempre con deseos de ir al mingitorio
como si esperáramos hallar en el blanco recipiente la absolución
a tengo ganas pero...
como si la vida no fuera más que
acariciar teclados y dolencias
y cuerpos que son y no,
sin más alternativa que la de no tener alternativa. Somos los oficinistas
dos monedas chocan
con música que rueda hasta el corazón,
ponerse cursi,
inventar un bolero, compadecernos
y hablar de carta en carta
de aquel burdel maríatojunto,
lesbiana
y unos chulos con tatuajes y cicatrices,
botellas vacías y mañana es domingo pero no;
de modo que hay que inventarle una motivación
a estas salidas,
a estos labios y manos inútiles.
Afuera alguien ríe,
el transeúnte pasa ante los edificios,
una mujer se desnuda detrás de una ventana: actos que podrían tomarse como trascendentes, con mucho miedo entre cuadrante y cuadrante -casi el dibujo de una escena de horror-
tal esas peliculillas de vampiros dominicales, metemiedo.
Somos los oficinistas,
uñas limpias,
fines de semana en hotelitos
junto a una playa con peces muertos.
No comments:
Post a Comment